La pandemia ha generado cambios en la configuración misma de las ciudades, obligándonos, a repensar las zonas comerciales y las zonas de oficinas y valorizando las áreas suburbanas.

Se ha revelado como absolutamente posible la generalización de lo que llamamos “Home Office” y, con ello, la reconfiguración profunda del mundo del trabajo, que es, ni más ni menos, por lo menos la mitad de lo que estamos despiertos cada día. 

Gracias a su conexión íntima con la vida cotidiana de las ciudades, y su sensibilidad financiera a los vaivenes de la economía, el sector inmobiliario necesita acomodarse rápidamente a las nuevas necesidades edilicias como urbanísticas y, al mismo tiempo, adaptarse a un mercado exigente. 

Al nivel de los Desarrolladores urbanos puedo decirte que, ante un futuro de ventas incierto en simultáneo con una caída muy pronunciada de los costos de construcción, la baja de los valores de venta del m2 final aparecen como una variable muy importante para garantizar las ventas y el consiguiente flujo de fondos. 

Al mismo tiempo, es muy importante trabajar sobre la imagen de solvencia y prestigio de la marca para generar la confianza necesaria en los compradores.

En el caso de Neuquén en particular ha habido una irrupción importante de constructores y opciones para los inversores en real estate, así que la competencia se ha acentuado y nos obliga a ser cada vez mejores. Y también se ha generalizado la aparición de propietarios que están dispuestos a canjear los terrenos por m2.

Dentro del sector inmobiliario, tal vez el mundo de las oficinas es el que ofrece un futuro más incierto. Sin duda el homeoffice llegó para quedarse masivamente. Quizás se combine con la asistencia esporádica a la oficina. Y quizás esas oficinas ya no sean las típicas que conocemos sino coworkings corporativos, más pequeños y repartidos por la ciudad.